La hidrocefalia es la acumulación de líquido dentro de los ventrículos, es decir, de las cavidades profundas del cerebro. El exceso de líquido aumenta el tamaño de la cavidad cerebral y ejerce presión sobre este órgano.
De forma común, el líquido cefalorraquídeo fluye a través de los ventrículos y cubre el cerebro y la columna vertebral. Sin embargo, la presión de demasiado líquido cefalorraquídeo que se produce a causa de la hidrocefalia puede dañar los tejidos cerebrales y provocar una variedad de deterioros en la función cerebral.
Los síntomas de la hidrocefalia pueden ser muy distintos en función de la patología que padezca el paciente. En los casos de hidrocefalia aguda, la persona afectada suele sufrir de cefalea intensa, náuseas, vómitos, somnolencia e, incluso, tener un nivel bajo de consciencia, que puede acabar derivando en un coma.
En los casos de hidrocefalias subagudas o crónicas, los síntomas más comunes son el incremento progresivo de la presión intracraneal, el deterioro cognitivo progresivo (pérdida de memoria a corto plazo), la alteración de la marcha o lentitud en la realización de movimientos y la alteración en el control de los esfínteres, tanto urinario como fecal.
Por último, en el caso particular de la hidrocefalia normotensiva (NPH), los síntomas más frecuentes son el deterioro a nivel cognitivo progresivo, la apraxia de la marcha y la pérdida del control de esfínteres.
Según los síntomas y el tipo de hidrocefalia, se aplicará el tratamiento que así valore el equipo de Neurocirugía Galarza. Existen tres tipos de tratamientos, además de la urgencia neuroquirúrgica que se aplica a pacientes con síntomas graves de hidrocefalia aguda. Los procedimientos que se aplican son para la hidrocefalia subaguda o crónica, la hidrocefalia obstructiva y la hidrocefalia normotensiva.
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